Construir empleando la técnica de la piedra seca pone el foco de atención en el cuidado, cuánto mayor sea el mimo con el que se realice el contacto entre cada unas piedras, más estable será su relación y más rica la vida que se genere en sus intersticios.

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El proceso consiste en apilar las piedras procurando una buena disposición y tacto entre ellas, así como, el uso de piezas de diferentes tamaños. Todo ello, elimina la necesidad de utilizar argamasa para que las uniones y la estructura en su conjunto funcionen. El efecto de la gravedad, el tiempo, la arena, las plantas y la lluvia harán que se fortalezca y perdure.

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Las construcciones levantadas mediante esta técnica se adaptan a las condiciones específicas del terreno, convirtiéndose en un reflejo de las formas de vida tradicionales del mismo y generando diferentes estructuras, paisajes y ecosistemas.

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Además, los muros de piedra seca desempeñan un papel esencial en la prevención de corrimientos de tierras, inundaciones y avalanchas, en la lucha contra la erosión y desertificación de terrenos, en la mejora de la biodiversidad y en la creación de condiciones microclimáticas propicias para la agricultura.