Cómo tocar territorios flotantes forma parte del crecimiento de un proyecto con el que pretendo ahondar sobre las nuevas maneras de relación con el espacio en una sociedad que va camino de la escisión del cuerpo por un excesivo maquillaje de las texturas, los olores, etc. en una era cada vez más inmaterial. En esta ocasión parto de un trayecto de tren concreto que llevo a cabo cada vez que viajo de Madrid a Asturias. Estos paisajes, que permanecen tras un cristal, me resultan bidimensionales, ligeros, “infobesos”, pulidos y lisos, sin sonidos ni olores propios, sin aire.

​

 Hace unos meses, decidí acercarme a uno de estos lugares a pie. Dicha experiencia estuvo cargada de estímulos sensoriales y de densidad y mi percepción sobre dicho espacio cambió. Allí recogí los pequeños objetos y elementos vegetales que se muestran dentro de las capsulas de plástico. Cápsulas asépticas que fragmentan el paisaje, que los aíslan para no poder ser tocado, ni olido y lo devuelven a la que para mí fue su naturaleza inicial durante muchísimos años. Estas cápsulas o blísteres son el packaging de los auriculares que me han repartido en cada trayecto de tren que he realizando y, al fin y al cabo, un ejemplo más de los embalajes que colonizan nuestro día a día.

​